
A propósito de la última edición de la Revista Noticias, y de la ebullición de los realities shows me surge la duda acerca del contenido ofrecido por ciertas empresas mediáticas y por otras empresas recién surgidas, a más de tres meses de la reglamentación de la ley N° 26522, de Servicios de Comunicación Audiovisual. Casos de morbo y amarillismo como el de Editorial Perfil, y ejemplos de farándula chata, no artística como el de artear en Canal13 y de Lanacion.com sugieren algo más que una simple critica, teniendo en cuenta alguna declaración leída que sugiere que “si le gente mira a Tinelli es porque le va bien”.
Pensar los medios de comunicación en la Argentina de hoy resulta tan complejo como modificarlos. Es el único país que a través de un impulso político insto a gran parte de la sociedad a atreverse a cuestionar el status que los grandes medios de masas concentraban, como así también al amparo histórico de diferentes gobiernos. Como es sabido nuestro país concentraba, y aún concentra debido a medidas judiciales por demás cuestionables, grandes pools de producción de sentido en pocas manos. Esta situación se repite en todo el mundo, pero me interesa rever la situación de América Latina, ya que es la región que se encuentra viviendo un proceso político y económico nuevo, que no sólo modifica las estructuras de poder sino también la articulación entre un Estado fallido como era el neoliberal, con uno moderno que trabaja para el bien común de la sociedad. Así lo demuestran los cambios palpables en la pobreza y el empleo en la región, argumentos teóricos no me faltan.
El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) “La democracia en América Latina: hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos” realizó una consulta a referentes de la política, la economía y la cultura de Latinoamérica, en su mayoría brasileros, mexicanos y argentinos, teniendo en cuenta su población. Así concluye en lo que respecta a las causas de las limitaciones de las democracias latinoamericanas que la tensión entre poderes fácticos e institucionales sigue estando presente en la realidad latinoamericana, a pesar del fortalecimiento de las instituciones democráticas, los poderes fácticos siguen jugando un papel muy importante. Según el informe las Fuerzas Armadas son vistas como el factor de poder más importante para algunos consultados en Guatemala y la República Dominicana y en menor medida en Ecuador, Chile y Venezuela. Pero las FFAA no son mencionadas en los restantes países, incluyendo a los que experimentaron recientemente crisis agudas, Argentina, Colombia y Paraguay. Uno de los factores que limitan la democracia latinoamericana son, según estos referentes consultados por el PNUD, los medios de comunicación:
La gran influencia de los medios es vista como parte del aumento de los controles que han permitido democratizar el ejercicio del gobierno, pero también como una restricción al proceso democrático. Los medios tienen la capacidad de generar agenda, de predisponer a la opinión pública a favor o en contra de diferentes iniciáticas y de erosionar la imagen de figuras públicas mediante la manipulación de denuncias.
Esta mención incluye además a los medios de comunicación como parte del conglomerado de grupos económicos que limitan el poder de las instituciones políticas.
Ahora bien, el informe no dice nada nuevo acerca de lo que todos en nuestro país conocemos. Lo novedoso es eso, que conozcamos la situación. Vuelvo entonces a la afirmación de que nuestro país es el único que a través del debate de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual abrió un proceso social en el que el cuestionamiento a los poderes facticos se convierte en realidad y se hace luz. Hace falta precisar que no somos iluminados, sólo que los conglomerados conservadores de la producción de sentido se están sometiendo a juicio. Este debate en otros países latinoamericanos es muy difícil de realizar como se hizo aquí con el grupo Clarín. La tercera SAP en Chile, Organizaciones Globo en Brasil, El Grupo Válorem y el Grupo Prisa en Colombia, éste último en Bolivia, el Grupo Televisa en México, por sólo nombrar algunos son tan fuertes como el Clarín en Argentina. Y no se trata de cuestionarlos por concentrados, sino porque ejercen tal presión a los poderes institucionales políticos que es imposible la democratización de opiniones de toda la sociedad.
Creo que es importante nuestro proceso de creación de sentido. Las ideas y representaciones de nuestra actualidad, que nos vuelven y que devolvemos en consonancia con lo que el semiólogo Eliseo Verón articula en su definición de semiosis social, están en plena puja de construcciones de sentido. Una discusión que opera sobre nuestras realidades y que vuelve a poner en tela de juicio el contenido que los medios de comunicación nos brindan. La vuelta a la cultura, la no estandarización de paquetes norteamericanos, la identidad federal son objetivos que se están cumpliendo. Aunque puede decirse que los mismos medios, las mismas empresas responden con más contenido simple y chato, pensando en que la sociedad no puede pensar más allá de la ignorancia del ofrecimiento. El canal Encuentro del Ministerio de Educación de la Nación es un vivo ejemplo de lo pensable a nivel de contenido.
Para volcar el estudio antropológico hacia los medios de comunicación Sara Dickey, antropóloga y profesora adjunta de antropología en el Departamento de Sociología y Antropología del Bowdoin College de Brunswick, EEUU, define a los mismos como “aquellos medios de difusión que se distribuyen o pueden distribuir ampliamente en forma prácticamente idéntica. Lo que diferencia a estos medios de formas menos aptas para ser reproducidas es la aparente unidad de cada una de sus producciones, que proporciona a sus consumidores un material esencialmente idéntico, a veces en el mismo momento. Se suele suponer que los medios de comunicación deben halagar los deseos menos exquisitos o más comunes de una sociedad, para atraer públicos amplios, asignándoles una impronta popular y no intelectual que artística y refinada. La cultura popular tiene a su vez la reputación de ser una distracción no intelectual, y esto es algo que pocas veces ha sido examinado por los antropólogos…”
Habrá entonces que dar la batalla y llenar de contenido, de complejidad, el vacio que están dejando los grandes medios, que intentan replegar su ignorancia en la sociedad. Además de analizar como en el futuro la LSCA puede dejar de ser una bandera política, necesaria e indispensable, para convertirse en una bandera social.